El sol de oro de Mandinga, Veracruz

Mandinga se localiza al sur de la ciudad y puerto de Veracruz, entre Boca del Río y Antón Lizardo. La escena nos muestra en el primer plano el caserío de Mandinga y al fondo la laguna del mismo nombre. Es un lugar turístico donde se puede comer la comida típica veracruzana en base a mariscos y pescados, sin que falten las bebidas preparadas o las cervezas. El paseo en lancha es también una actividad que satisface a los visitantes, así se puede cruzar de la laguna chica a la laguna grande. Fotografía de Joel Cortés Tress

Con esta serie de imágenes de la Laguna de Mandinga podemos ver la puesta de sol y la transmutación que toda la atmósfera alrededor nuestro va experimentando con el declinar de los rayos de luz; los ángulos cada vez más horizontales resaltan primeramente la textura de las nubes y la superficie del agua, y los colores del cielo van del azul plata al gris y al violeta. A veces las nubes se oscurecen, y otras se vuelven más blancas, entretanto el agua se riza y espejea colores y tonos lo mismo grises que verdosos, o rojizos. Fotografía de Joel Cortés Tress

El sol dorado comienza a aparecer y dibuja sus rayos a través de las nubes que no consiguen ocultarlo. Por el contrario, las nubes parecen disiparse en un incendio que es un verdadero prodigio. La realidad o la imaginación nos hace ver toda gama de colores tanto en el cielo y las nubes como en el agua de la laguna. Es un fenómeno visual que nunca parece ser el mismo, de ahí que su observación siempre resulte interesante. Cualquiera que haya visto un atardecer en una laguna o en una playa sin duda podrá comprender bien esto. Fotografía de Joel Cortés Tress

Finalmente llega a la cita el sol de oro de Mandinga. No sólo se han transformado el cielo y el agua de la laguna de Mandinga, sino también el observador mismo y cada detalle del paisaje: nada luce igual y nada se escucha igual. Los sentidos tiene ahora otra manera de percibir la respiración lacustre o el vuelo y el canto de las aves presurosas. La experiencia de ese prodigio natural nos deja pensativos o sinceramente conmovidos: la cotidianidad nos oculta siempre la realidad. Fotografía de Joel Cortés Tress