Estas imágenes del puerto de Veracruz nos muestran el resultado de los contínuos esfuerzos que se han llevado a cabo para hacer del Centro Histórico un lugar libre del desorden y la contaminación que forzosamente origina el desarrollismo económico, en este caso, la planeación fragmentada y sujeta a intereses particulares del crecimiento general de la ciudad.
Los argumentos que justifican la restauración del Centro Histórico son varios, pero destacan los siguientes: Se trata de una recuperación de los símbolos físicos de la memoria colectiva, del conocimiento mismo de esa memoria. Es cuestión de devolverle al Centro su escala humana y su ascendiente sobre el resto de la ciudad. Y, last but not least, es cosa de revitalizarlo económicamente para que la restauración sea costeable o recuperable.
Parte del repertorio urbanista consiste en reorganizar e integrar los espacios existentes de circulación peatonal del Centro Histórico, pues se busca que la actividad comercial se vea más como ocio o recreación que como cansado ir y venir a pie. El Centro Historico no compite con las áreas comerciales a las cuales se llega mediante el automóvil, no sólo debido a su lejanía, sino además porque el objetivo de su restauración es básicamente turístico.
En teoría, el visitante encuentra en el Centro Histórico la identidad de una ciudad, de un estado y hasta de una nación; y por su parte el residente puede venir al Centro a dar literalmente un respiro después de una extenuante jornada en el trabajo. En todo caso, ambos tienen la oportunidad de encontrarse ahí y charlar sobre las realidades de la ciudad, si les apetece, o simplemente ignorarse mutuamente.
El ir de aquí para allá hoy día ya no tiene las connotaciones que inspiraban a un Baudelaire o un Benjamin a hablar del flâneur, pero aún así los paseantes no dejan de querer hacer suya la ciudad, a través del conocimiento histórico o del simple consumo de café y la mirada atenta a cualquier novedad en la rutina diaria. La novela, el cigarrillo y la charla casual acompañan al nuevo paseante que no se sorprende con el orden, que más bien espera algo vibrante que le haga sentir vivo.Fotografías de Hermilo Gómez
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