viernes, abril 30, 2010

Carlos Díaz Dufoo (1861-1941)

Nació en el puerto de Veracruz el 4 de diciembre. Gran parte de su juventud la pasó en Europa. Al volver a México en 1884 se dedicó con ahínco al periodismo y a la literatura. Fundó con Gutiérrez Nájera la Revista Azul. Tanto allí como en El Imparcial y en El Mundo -publicaciones de las que fue director- publicaba sus cuentos, a veces con el seudónimo Cualquiera y otras con el de Pastiche. En 1901 recogió sus narraciones cortas en el volumen Cuentos nerviosos. Las dieciséis allí contenidas, escritas en estilo modernista, se caracterizan por la brevedad, por el interés en la sicología de los personajes y por los temas trágicos, como vemos en "Por qué la mató" y en "El centinela", tal vez los dos más logrados cuentos de Díaz Dufoo.

BIBLIOGRAFÍA. Cuentos nerviosos (México, 1961).
CONSULTAR. Roberto Núñez y Domínguez. Don Carlos Díaz Dufoo: semblanza biográfica (México, 1941).



Edificio de Correos de Veracruz



miércoles, marzo 31, 2010

Coatzacoalcos: ciudad y sueños a fines de los setenta


Coatzacoalcos. Panorámica desde el Edificio de la Asociación Ganadera. Fotografía de Eusebio Estrada Amaya

Una ciudad no sólo es la proyección tridimensional de su emparrillado, de su lotificación, o de su antiguo trazo de la propiedad privada, no sólo es el cascarón de concreto, vidrio y metal marcado por el tiempo y el clima, ni sólo es la vida industriosa y comercial de sus habitantes, también es el sueño, los deseos y las ganas mismas de vivir y ser feliz que esos habitantes manifiestan de cuando en cuando, o cada vez que están a punto de rendirse en medio de la rutina y el aislamiento. Entre más ajena parece la ciudad, más se esfuerza la gente por realizar sus anhelos, por sobrevivir a la indiferencia y la soledad.

domingo, febrero 28, 2010

San Juan Volador


Ubicación de San Juan Volador. Imagen de Google

San Juan Volador se ubica en el municipio de Pajapan, Veracruz, cerca de Peña Hermosa, en la costa del Golfo de México. Es una comunidad que auna sus costumbres locales con las preocupaciones, nacionales e internacionales, por la protección del medio ambiente y de las especies en peligro de extinción. Dado el peso de la tradición indígena, podría pensarse que la juventud de San Juan Volador vive apartada de los gustos urbanos, pero no es así. Es tan moderna como cualquier habitante del mundo contemporáneo. O, habría que decir, es tan susceptible a la influencia de la moda como cualquier otra juventud de Oriente o de Occidente.

lunes, enero 25, 2010

Calendario de Helguera - Segunda parte

Buena vendimia

Estas ilustraciones de Helguera no sólo son un trabajo artístico digno de colección o en servicio de una empresa vitivinícola; son mucho más que arte y que publicidad. Son parte de la memoria de muchas generaciones que las vimos adornando los lugares más disímbolos de la ciudad y del país. De tal suerte que Helguera, como Jorge González Camarena y su ilustración de La Patria, en los libros de texto gratuitos, es nuestra referencia de una historia familiar, de las fotos del primer cumpleaños, de las primeras amistades, del amor al terruño.

viernes, diciembre 11, 2009

Cubilete, un cuento de Carballido - Segunda parte


Ciudad y puerto de Veracruz, donde tiene lugar el cuento de Emilio Carballido


CUBILETE

A Fernando Benítez

... tus minas el palacio del Rey de Oros...
RAMÓN LÓPEZ VELARDE



SEGUNDA PARTE


Iba a correr la nueva tanda cuando vio el rostro ansioso, el gesto tímido: alguien, junto a aquella columna, le hacía señas discretas y angustiadas. “Héctor Cervera”. Un hombre de otro universo, alguien que fue compañero de oficina y amigo, entre los muchos que ya no veía más desde que había obtenido un puesto sindical y por allí había entrado en el mundo de la política. No demostró haberlo visto, (“Hay que disimular, nunca se sabe”, otra de las nebulosas leyes en el código intuitivo de la mesa.) Se levantó como si fuera a orinar, y entró al edificio; ahí, fuera de la perspectiva para los otros, hizo señas a Héctor. Se abrazaron, se alejaron hacia un rincón.
A Héctor le habían pasado veinte desgracias: se le había muerto un hijo, había hipotecado su casita a medio construir. Y ahora la madre estaba muy enferma, en Baja California, ¿y con qué dinero iba a cruzar la enormidad del país, para llegar a tiempo?
Mario escuchó con emoción (un tanto distraída) las desgracias del amigo. Todo aquello conducía a un préstamo. Sí, lo habría ayudado de estar en otras circunstancias. Pero ahora importaba más esa inmediata tanda de coñaques (¿y cómo carajos iba a pagarla?) y no podía sentir realmente todo lo que aquel pobre le contaba.
—La polio. Pobrecito. Era tu hijo más... —Buscó la palabra. (El día anterior, don Leonardo le había contado un chiste a él, a Mario, y eso quería decir... ) — ...más listo. Pobrecito.
No supo continuar. Apretó el brazo de Héctor. Y la mamá, tan grave del corazón, ¿con qué se le complicó? No entendía bien si los pulmones eran del hijo o de la madre, o a quién pertenecían los riñones enfermos, o el hígado. Tanta víscera, y él ya estaba tardando demasiado, lejos de la mesa. Pobre Héctor, verdaderamente lo sentía. Tan impaciente estaba, no, tan condolido, que pensó darle en un gesto magnífico (se vio haciéndolo) su único billete de cincuenta pesos, que al fin tampoco a él le servía de nada. Y una extraordinaria cadena se desenredó en su mente, dando un chasquido, con todo el brillo de un relámpago. Se quedó viendo al otro, críticamente, catalogándolo: ojos húmedos y humildes, barba de dos días, ropa limpia y descuidada, decencia... La imagen misma de quien tiene tratos con la fatalidad.
—Héctor fíjate bien. Estoy sin un centavo. Pero me vas a repetir todo esto en la mesa, tal y como me lo has contado.
El otro no entendía; procedió a explicarle velozmente.

domingo, octubre 25, 2009

Cubilete, un cuento de Carballido

Emilio Carballido (1925-2008)

Nació en Córdoba el 22 de mayo. Hizo sus primeros estudios en su ciudad natal. En la Capital estudió en la Facultad de Derecho, de donde pasó a Filosofía y Letras. Recibió el grado de Maestro con especialización en Arte Dramático. Desempeña hoy [1966] el puesto de maestro en la Facultad de Arte Dramático del INBA, lo mismo que en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana. Entre sus obras teatrales —que le han valido innumerables premios— hay que citar La zona intermedia (1949), Rosalba y los llaveros (1950), Un pequeño día de ira (1962) y Medusa (1958). la última es una original recreación del mito de Perseo. También ha cultivado, y con acierto, el cuento. En diversas publicaciones literarias publicó una serie de relatos veracruzanos, algunos de los cuales pasaron a formar la colección La caja vacía (1962). en estas diez narraciones capta con profundidad ambientes y personajes tanto de su Estado natal como de otras regiones de México. Sabe Carballido calar en la sicología de sus personajes, que siempre resultan auténticos. Y también crear verídicas escenas en las cuales pone en juego todos los recursos dramáticos que le son conocidos. El resultado es la creación de profundas y al mismo tiempo animadas narraciones.

Luis Leal, en El cuento veracruzano (Antología), editado por la Universidad Veracruzana en 1966; p. 171.

Para actualizar la biografía de Carballido consulte por ejemplo el Diccionario de Escritores en México.




CUBILETE

A Fernando Benítez

... tus minas el palacio del Rey de Oros...
RAMÓN LÓPEZ VELARDE


Como el ropero rechinaba roncamente al abrirlo, la esposa se dio cuenta de lo que Mario estaba haciendo.
—¡Mario! ¡Es el dinero del gasto!
—Te lo voy a traer al mediodía.
—¿Y cómo piensas que vamos a comer hoy? Es lo único que tengo.
Él asía aquel billete con la punta de los dedos, jugaba con él un poco y la miraba:
—Es que no tengo un centavo en la bolsa. Y siempre hay que pagar algo...
—¿Y cómo piensas que vamos a comer hoy?
—Que la comadre te preste, ¿no?
—Le debo ya treintaicinco pesos.
Esgrimía el cucharón como si fuera un arma, y estaba tensa, en actitud de asalto. Así se vieron unos segundos. Luego, una corriente de apatía pareció circularle por las venas; despacio, fue a sentarse en el filo de la cama revuelta y vio hacia la pared con un gesto que borraba de la pieza y del mundo a Mario y sus acciones. “Qué fatigada estoy, haz lo que quieras”, parecía decir ese gesto. Mario había vencido una vez más.
Él vaciló un segundo y depués se guardó aquel billete en la bolsa. Sonrió muy ampliamente, con su cálida simpatía que nunca había perdido.
—No se enoje mi vieja. Nos vamos a comer a un restorán, ¿eh? A ver si ya estás lista cuando yo llegue.
La esposa lo miró con escepticismo. Tal vez llegara y tal vez no, tal vez cconsiguiera dinero y tal vez no, y bien podría volver hasta la medianoche, o al día siguiente, porque así se portaba desde que andaba metido en la política. “Le pediré prestado a mi mamá”, pensó, y una cólera oscura la hizo apretar los dientes.
—Vamos a estar vestidos y sentados esperándote, aquí, sin comer, hasta la hora que llegues. A ver si nos dejas en ayunas —mintió.
Él la besó contento porque ya no había lucha. Se vió al espejo, pulcro, casi elegante, con su traje de dril muy bien planchado; ensayó una sonrisa, ensayó dos o tres expresiones faciales: se aprobó; la imagen respiraba prosperidad y confianza en sí mismo. Dio otro beso a la esposa y apresuradamente se marchó a la calle. Tuvo tiempo de oir el grito.
—¡Ya lo oiste: sentados en la sala y vestidos para salir, y sin comer, hasta que llegues!
—Ya oí, mujer, ya.
Alcanzó a llegarle el rezongo final:
—¡Maldita sea la hora en que te metiste en la política!
Cerró la puerta con cuidado y de un salto subió al tranvía que pasaba.